Selene y Endimión de Nicolas Poussin: Una Obra de Arte que Narra una Historia de Amor Eterna
- George Márquez
- 6 jun
- 6 Min. de lectura
Actualizado: hace 6 días
En esta pintura ocurre algo asombroso, un fenómeno inusual narrado en términos humanos. La imagen, creada por el artista clásico Nicolas Poussin siguiendo la tradición barroca francesa, cuenta una hermosa historia de amor. Sueños y pasiones en la obra maestra de Poussin. Descubre el significado oculto y la belleza pictórica de ‘Selene y Endimión’ una obra barroca que cuenta una sublime historia de amor entre una diosa y un mortal. Análisis visual, simbólico y estético en BlogBoard.

Contenido de artículo:
¿Puede una pintura contar una historia de amor eterno entre el cielo y la tierra? En Selene y Endimión (c. 1630), el pintor barroco Nicolas Poussin nos ofrece una escena que va más allá del mito: un instante de belleza suspendida donde la noche y el sueño se convierten en lenguaje visual. En este artículo analizaremos esta obra desde una perspectiva pictórica, semiótica, iconográfica y estética, para descubrir cómo la imagen trasciende la técnica y se convierte en poesía visual.
Selene y Endimión de Nicolas Poussin En esta obra de arte sucede algo asombroso, un fenómeno divino narrado a nivel humano.
La historia del arte está llena de encuentros entre lo humano y lo divino. En el caso de “Selene y Endimión”, Nicolas Poussin captura con maestría la fusión entre sueño, deseo y eternidad. Esta obra barroca no solo destaca por su ejecución técnica, sino por su capacidad para evocar emociones profundas, narrando visualmente un mito cargado de simbolismo. En este análisis recorreremos los caminos del arte desde sus recursos formales hasta sus significados ocultos, para revelar cómo el arte puede hablarnos, incluso siglos después.
La imagen, creada de acuerdo con la tradición barroca francesa posee una historia emotiva que narrar.
En primer lugar, tengan en cuenta a la mujer de la derecha, semidesnuda de azul: está descorriendo una amplia cortina que estaba colgando de la rama de un árbol. Cuando la luz nos ilumina, podemos percibir que es la figura alada de la Noche, que rompe la cortina de oscuridad para desvelar un nuevo día.
La Noche es un caso de personificación: un personaje humano que simboliza un concepto abstracto. Para resaltar su función, está circundada por figuras en sueño, entre ellas dos niños a sus pies. Normalmente vinculados con la Noche, los niños a menudo se simbolizan en sus brazos: uno simboliza el Sueño y el otro la Muerte. Según los humanistas del Renacimiento, la Noche y el Día representaban fuerzas dañinas que nos conducían incesante hacia la ancianidad y la decadencia.
Más allá de la pantalla de color verde oscuro, se muestra una escena completa. Una segunda representación, en esta ocasión el dios solar Helios, conocido como Apolo para los romanos, es vista manejando su carro dorado por el firmamento en su jornada cotidiana.
Cuatro caballos mueven el carro bajo un arco dorado, una representación estilizada del cinturón zodiacal, o sea, el segmento del firmamento por el cual el Sol efectúa su travesía anual.
Es una propuesta asombrosa: representar la noche y el día en una relación tan palpable, representada por una cortina y un carro y las figuras que los manejan.
La pasión de luna
Esta coyuntura señala el término de la noche y la aparición del alba. Pero ¿Qué razón? ¿Cuál es su propósito?
La relevancia de este instante radica en los dos protagonistas que se encuentran en el núcleo de la fotografía. Una mujer en pie, ataviada con atuendos clásicos. Si se observa atentamente, se apreciará que posee una luna en aumento fija en su frente. Este emblema nos señala que es la de lunaridad, conocida como Selene por los griegos. Se conoció como Luna para los romanos.
En ocasiones, otras pinturas ilustran a Selene manejando su carro lunar por el firmamento, pero aquí está visitando la tierra con su concentración centrada en un ser humano.

El relato que se relata en esta obra de arte se centra en un pastor llamado Endimión, un joven arriesgado que consiguió atraer la atención y el amor de Selene. Es Endimión el que se arrodilla frente a ella, identificado por su caída en el suelo junto a él.
El encanto de la diosa la captó cuando lo vigilaba cuidando sus ovejas en el monte Latmo. Un día, al encontrarlo adormecido entre su ganado, la diosa del firmamento le pidió que infundiera a Endimión en un sueño perpetuo a cambio de una juventud perpetua, con el objetivo de mantener su belleza tal como en aquel instante.
Selene, enamorada, no podía tolerar alterar su sereno sueño. Por lo tanto, solamente lo visitaba en las noches, durante su sueño, velando por él con veneración.
En esta obra de arte, Endimión se encuentra despierto, arrodillado frente a la diosa del firmamento. Selene tiene una mirada intensa, sugiriendo una angustia interna: la angustia de que solo podían estar juntos en la noche y su separación se produce al alba.
En la monumental representación de Poussin, los ciclos de la noche y el día son destacados al igual que la trama de la diosa luna y Endimión, lo que parece indicar que el nacimiento del alba se encuentra en el núcleo de la narración.

Diversas deidades en una sola deidad
Cuando observamos que la diosa de la luna también mantiene una flecha fina en su mano, a la espera de un perro de caza.
El perro y la flecha indican que también es una representación de Diana, la diosa cazadora y una de las doce deidades del Olimpo.
Para comprenderlo en su totalidad, es importante tener en cuenta que gran cantidad de relatos de la antigua Grecia fueron importados por la sociedad romana y recibieron denominaciones en latín. Esto justifica por qué numerosos personajes de la mitología llevan nombres tanto griegos como romanos; por ejemplo, Afrodita (en griego) también es conocida como Venus (en latín romano).
Sin embargo, no siempre resultó tan fácil como una transacción directa. Los romanos ya poseían un panteón de sus propios dioses, por lo que al llegar a las costas griegas y empezar a robar la cultura helénica, algunos de los mitos que adoptaron se unieron a las historias presentes.
Esta obra de arte nos proporciona un ejemplo claro. Aunque los griegos veneraban a Selene únicamente como la diosa lunaria, los romanos (rebautizándola como Luna) empezaron a confundirla con otra deidad, Diana, que también poseía un griego equivalente en Artemisa. En realidad, los romanos eventualmente considerarían a Diana como una deidad de tres dimensiones: Luna (la tierra), Diana (el inframundo) y Hécate (el cielo inferior). Estas combinaciones progresarían a través de los siglos.
Diana era una fervorosa cazadora y frecuentemente se la ve en el arte con arco y flechas, junto a un grupo de perros de caza. En esta función, atravesaba bosques y montañas, salvaguardando la fauna salvaje y sancionando a aquellos que la perjudicaban. Similar a Selene, la diosa lunar, frecuentemente se la ilustraba con una luna ascendiendo en su frente.
Sueños de Selene y Endimión de Nicolas Poussin
Al pintar esta obra Poussin alrededor de 1630, la conjunción de Selene y Diana era lo bastante completa para que él pudiera representar a la diosa griega de la luna usando vestimenta de caza.

La diosa del firmamento finaliza su descenso nocturno para visitar al objeto de su cariño, pero es un amor descontento debido a su sueño perpetuo. Con Cupido recostado en su hombro, incluso pareciéndole susurrarle suavemente al oído, se transforma tanto en una desdichada víctima del amor como en su beneficiada.
Respecto a Endimión, quizás el alba signifique el fin de sus sueños nocturnos, donde obtiene el amor de una deidad idealizada, para después ser conducida al sol por la diosa luna.
En mi opinión, esta es una obra de arte acerca del peculiar ciclo de la noche y el día, que se aproxima ese inframundo nocturno y posteriormente lo distancia nuevamente.
El carácter efímero de los sueños genera realidades inusuales —como la luna enamorada— y nos lleva a reflexionar sobre cuántos nuestros sueños reflejan verdaderamente nuestras vidas más auténticas y fervorosas.
A través del arte de Poussin, comprendemos que la pintura puede ser un lenguaje silencioso capaz de transmitir pasiones eternas. Selene y Endimión no es solo una escena mitológica, sino una metáfora visual del anhelo, el deseo detenido en el tiempo, y la belleza que solo puede expresarse a través del arte. Este es solo el inicio de una serie de análisis que nos invitan a mirar más allá de la imagen, a descubrir en cada obra una historia, una emoción, un universo entero.
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Fuente: BlogBoard, Archivos de Dominio Público, Arte History.
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